Si estos días hay un tema de conversación en boca de madres, padres y maestros es sin duda la adaptación. Las redes y medios de comunicación año tras año se hacen eco de esta situación… Los puntos de vista son muy variados; aquellos que ven inevitable e incluso graciosos los llantos de los niños el primer día de escuela cuando se despiden de sus familiares y aquellos (cada vez más) que pensamos que hacer de la adaptación una transición acompañada, amorosa y tranquila es importantísimo para el bienestar de los niños y niñas y de sus familias.

Ofrecer una adaptación respetuosa era uno de los puntos básicos del proyecto educativo cuando la escuela era sólo un sueño y hoy queremos compartir con todos vosotros una pequeña reflexión sobre el proceso de adaptación.

Con el mes de septiembre, poco a poco, la rutina se va estableciendo en los hogares, en las escuelas, en el día a día de todas y todos. ¡Qué complicado resulta volver a habituarse a unos ritmos que nos quedaban tan lejanos y olvidados durante el verano! ¡Qué esfuerzo tan grande y cuánta energía supone para los niños y niñas variar todos los horarios de las vacaciones y entrar de nuevo en la vorágine de los horarios rígidos, de las prisas de los adultos que también nos tenemos que habituar a todo un cambio de estructura, a las madrugones…  para los niños que empiezan por primera vez en la escuela es aún más complejo.

Su primer contacto con el centro puede marcar un antes y un después. Este proceso lo transitan dos partes, sobre todo: niños y familiares. Para las familias este periodo puede ser vivido como un momento crítico, tenso, lleno de preocupaciones, dudas, inquietudes…. Para los niños y las niñas, hayan tenido o no contacto previo con centros infantiles o madres de día, puede suponer una época llena de tensión, de cambios que pueden generar miedos e inseguridades. Lo que conocemos como período de adaptación o de familiarización es un tiempo intenso y cargado de emociones a flor de piel.

Nos parece extremadamente importante reflexionar sobre cómo las escuelas recibimos a estas familias y sus pequeños. Hay que reflexionar profundamente sobre lo que necesitan los pequeñas y pequeños cuando se adentran por primera vez en los centros educativos. En primer lugar, opinamos que la escuela debe invitar a entrar y a quedarse. Debe regalar una atmósfera y un clima que acoja y abrace. Espacios cuidados y pensados ​​para los pequeños, materiales que inviten a ser explorados, investigados… Zonas que permitan el recogimiento, la calma, los momentos más íntimos… La iluminación, la ventilación de los espacios … ¿Cómo nos reciben estos espacios? ¿Cómo nos hacen sentir? Todo ello hace que estos primeros pasos puedan ser vividas con más comodidad, calma y que fluyan con otras energías más agradables…

En segundo lugar, y destacando especialmente este punto, la actitud de los maestros y el cuidado y el respeto en el acompañamiento a estas personas en su primer contacto con la escuela. ¿Cómo los acogemos? ¿Les ofrecemos espacio? ¿Invitamos a que las familias formen parte activa y real de este proceso? ¿Ofrecemos transparencia para que sea vivido con confianza? Los docentes seremos las personas con las que los niños y niñas irán estableciendo el vínculo principal dentro de la escuela. Seremos los principales referentes en su día a día en este contexto y nos convertiremos en personas importantes e influyentes en sus vidas.

¿Hemos pensado esto en profundidad? ¿Somos conscientes de esta responsabilidad? En todo momento estaremos bajo sus miradas, que no dejan escapar ningún detalle. Constantemente escucharán nuestras palabras, y lo que es más importante, la manera como nos dirigimos a ellos y a ellas. Observarán nuestros movimientos, como nos relacionamos con nuestro entorno, como cuidamos (o no) de todo aquello que nos rodea… ¿No pensáis que conviene pensar (y mucho!) en la manera como les acogemos en este periodo tan complejo y delicado?

Opinamos que es imprescindible repensar y reflexionar sobre este tiempo de familiarización, de primeros pasos. El acompañamiento de estos pequeños pasa por ofrecerles espacio (no ser invasivos), estar atentos y observar las señales que nos dan, ir conociéndoles con paciencia y respeto, aceptar sin juzgar sus acciones, dar cabida a las emociones que van surgiendo, sean quales sean, y acogerlas con amor. Y todo esto no se puede hacer si no dedicamos tiempo.
 Tiempo que permita observarles e ir estableciendo con ellos vínculos de manera natural y sana. Tiempo para observar sin prisas.
 Observar mucho y hablar menos. Observar con calidad e intervenir menos. Observar sin juicios y valorar menos. Observar como se mueven por los espacios, como se impregnan de ellos, como se familiarizan. Observar las miradas que se hacen los unos a los otros y ser testigos de este momento tan especial en qué dos miradas conectan y, como por arte de magia, se establece una conexión, como una cerilla cuando se enciende. Entonces sonríen y es cómo si siempre se hubieran conocido. Observar los juegos que desarrollan y como van probando los materiales. Observar sus frustraciones y acoger aquello que surge…

Nos sentimos muy afortunados de poder ofrecer una adaptación respectuosa en nuestra escuela, pero somos conscientes que los y las maestras no lo tenemos fácil normalmente. Hay muchos factores que juegan en nuestra contra y que no nos ayudan a desarrollar aquello en lo que muchos y muchas creemos firmemente. Seguir una programación con la cual quizás no estamos de acuerdo, atender unas ratios excesivas y vergonzosas, tener que estar limitados a los libros de texto en edades tan tiernas, disponer de infraestructuras poco adecuadas que no invitan ni acogen con calidez… entre otras complicaciones.


¡Queremos animar a todo el personal docente, especialmente aquel que está en contacto directo y diario con niños pequeños, a que no os rindáis! Todo aquel que quiere y busca un cambio lo puede generar con pequeñas acciones. Acompañar con respeto, responsabilidad y amor es un hecho que cada uno de nosotros puede decidir hacer, independientemente de qué factores nos acompañen. ¡Los granitos de arena que vamos aportando por este cambio en la manera de hacer escuela van haciendo crecer la montaña!


Deseamos que entre todos y todas podamos conseguir tejer una red gruesa y firme en la que sostenernos, apoyarnos, buscar ayuda, consejo y ánimo. Reflexionemos siempre y aprendamos de los maestros mayores a quien tenemos la suerte de contemplar cada día en nuestras aulas. Ellos y ellas.
 Solamente hay que abrir bien los ojos.